Mi mente es un océano de ideas, creatividad constante y ganas de explorar. Tal vez por eso me he vuelto experta en descanso consciente.
He naufragado más de una vez en el mar del “hacer, hacer y más hacer”, y eso me ha enseñado a navegar mejor las tormentas del día a día y de mi mente.
Porque sí: el descanso también es productivo. Y hoy me dedico a acompañar a otras mujeres a descubrirlo.
Un viaje por dentro y por el mundo
Nací en Italia, estudié Filología Oriental y viví en Irlanda, Alemania y Japón antes de llegar a Barcelona.
Durante años trabajé en hoteles internacionales de lujo: en eventos, atención al cliente y oficinas centrales.
Me apasionaban, y me siguen fascinando, los detalles y el arte de cuidar a las personas.
Siempre he sido de ir a mi aire: tuve dos Kawasaki —una en Japón y otra en Italia— y ahora recorro Barcelona en un scooter eléctrico verde chillón que me lleva por todas partes.
Cuando el cuerpo pide otra cosa
Hace más de 20 años empecé yoga por casualidad en Venecia.
Desde entonces, la esterilla me acompaña con sus ciclos y sus silencios.
Mi salud me llevó a descubrir la fitoterapia, la aromaterapia y la alimentación consciente.
Me formé en naturopatía y, durante un tiempo, intenté dedicarme a acompañar desde ahí.
Pero no acababa de cuajar…
Hasta que apareció el masaje tailandés. Luego la reflexología podal.
Y ahí… todo cambió.
El poder del tacto
Mi abuela materna era la curandera del pueblo. Te tocaba y sabía si necesitabas hospital o solo reposo. Cuando empecé a trabajar con técnicas manuales, sentí que conectaba con ese legado profundamente.
A partir de ahí, se abrió un camino que sigo recorriendo:
Reflexología podal y facial
Masaje facial holístico
Terapia craneosacral
Yoga del sueño (Yoga Nidra)
Siempre acompañado de lo que aprendí, y sigo aprendiendo, sobre plantas medicinales, alimentación natural y escucha interna.
Mi filosofía de trabajo
Cada sesión es única. No creo en protocolos rígidos. Creo en escuchar con las manos, en adaptar cada técnica al momento y a la persona.
Mi enfoque es profundamente manual, natural y emocional. Trabajo desde los pies, el cráneo, los tejidos... y también desde la historia que cada cuerpo trae.
Para mí, las terapias naturales son un arte. Y LAISLA es mi forma de compartirlo.
Mis raíces y mis influencias
La sabiduría de mi abuela, el legado ancestral
La cultura japonesa del servir, la excelencia en lo pequeño
La escucha del cuerpo, como brújula
Todo eso vive en lo que hago. Y todo eso está presente cada vez que cruzas la puerta de LAISLA.
Mis raíces: los tres pilares de mi forma de acompañar
1. El legado de mi abuela
Mi abuela materna era la curandera del pueblo. Tenía ese don innato de ver más allá de los síntomas y tratar desde la experiencia, la intuición y el tacto. Arreglaba esguinces, te mandaba al hospital sin tocarte si veía que algo estaba roto, y siempre sabía qué planta usar para cada mal.
LAISLA es parte de su legado, tanto emocional como material. Allí hay un cuadro suyo que me acompaña cada día y me recuerda que mis manos saben, que puedo confiar en lo que siento cuando toco. Ella me enseñó, sin palabras, que la sabiduría ancestral vive en cada gesto consciente, y que el cuidado genuino tiene una fuerza enorme.
2. El arte de servir, desde Japón hasta Barcelona
Viví y trabajé en Japón durante años, formándome en la excelencia del detalle y el arte del omotenashi: esa forma de hospitalidad que no necesita ser dicha, pero que se siente en cada gesto.
En los mejores hoteles de Tokio aprendí que no hay detalle pequeño si está pensado para el bienestar del otro. Esa experiencia sigue viva en cómo preparo cada sesión, cada espacio, cada infusión... porque sé que la diferencia entre lo correcto y lo inolvidable está en lo sutil.
3. El poder del tacto
Después de años de formación en terapias manuales, descubrí que el tacto, cuando se ofrece con presencia y escucha, es una de las formas más profundas de acompañar.
Cada sesión que doy es única porque tu cuerpo me habla. No aplico protocolos, sino intuición formada, experiencia acumulada y una escucha constante. Para mí, el tacto es lenguaje, puente y medicina.