La alimentación no es simplemente el mero hecho de comer para nutrirnos. Si observas un momento lo que comes a lo largo de la semana, como y cuando, casi seguramente podrás ver como muchísimo de lo que comemos son prescindibles y de que llevan en sí una carga social, emocional, cultural ….
La antropología de la alimentación justamente se dedica en analizar esta influencia de tantos factores culturales, económicos, sociales, climáticos, geográficos, religiosos, etc. sobre la alimentación.
Siguiendo en esta breve reflexión, me gustaría aportar mi perspectiva como filóloga y lingüista, reflexionando cómo esta disciplina tenga un enfoque muy holístico e interdisciplinar, en el sentido de que nos permite recoger datos contextualizando el uso de los alimentos en varios ámbitos: económicos, históricos, biológicos, sociales, culturales, nutritivos…
Esta perspectiva multidisciplinar nos invita a leer y interpretar la vida cotidiana de las diferentes culturas pasadas y presentes a través de la comida, viéndola como un lenguaje, una forma de expresión de las culturas de cada civilización.
En este sentido, me han vuelto a la mente los estudios semiológicos de Roland Barthes (en específico Roland Barthes. “Por una psico-sociología de la alimentación contemporánea”. )
“¿Qué es la comida? No es sólo una colección de productos, merecedores de estudios estadísticos o dietéticos. Es también y al mismo tiempo un sistema de comunicación, un cuerpo de imágenes, un protocolo de usos, de situaciones y de conductas. ¿Cómo estudiar esta realidad, extendida hasta la imagen y el signo? Los hechos alimentarios han de ser investigados por donde quiera que se presenten: por observación directa en la economía. Las técnicas, los usos, las representaciones publicitarias por observación indirecta, en la vida mental de una población dada. Y reunidos estos materiales, sin duda, habría que someterlos a un análisis inmanente que intentase re- encontrar la manera significativa en que se unifican, antes de hacer intervenir cualquier determinación económica, o incluso ideológica.
Al comprar un alimento, al consumirlo y al darlo a consumir, el hombre moderno no manipula un simple objeto de una manera puramente transitiva; este alimento resume y transmite una situación, constituye una información, es significativo; esto quiere decir que no es simplemente el indicio de un conjunto de motivaciones más o menos conscientes, sino que es un verdadero signo, esto es, unidad funcional de una estructura comunicativa”.
Desde este enfoque me pareció un ejemplo interesante observar cómo en nuestra sociedad contemporánea están manifestándose de manera cada vez más relevante patrones de consumo que eligen un determinado tipo de dieta no solo por sus gustos y posibilidades económicas sino que también como manera de manifestar su inconformidad hacia la industria alimentar intensiva para apoyar una forma de vida y una sociedad más sostenible, tanto a nivel de salud como económico, para el individuo como para el medio-ambiente.
La alimentación como expresión de mis ideas socio-políticas, mi manera de estar en esta sociedad.
Podemos verlo en el creciente interés para los alimentos ecológicos y de proximidad, cada vez más presentes en tiendas de barrio, supermercados, grupos de compra…) y también en el crecimiento de personas que eligen una dieta/estilo de vida vegana, por ejemplo.
Sin llegar a ser 100% veganos podemos observar en nuestro entorno como haya cada vez más personas con interés en “vegetarianizar” más su dieta y hacer su hogar y sus compras más ética y ecológica.
Solamente en Barcelona podemos ver cómo las opciones de este tipo han ido creciendo notablemente en estos últimos años, hasta declararse ciudad “veg-friendly” en 2016.
Esto es solo un de los muchos ejemplos que podemos relacionar a la antropología alimentar en nuestro entorno.